Anoche, cuando ya estábamos cenando, llamaron a la puerta. Eran tres chicas y dos niños que pedían pasar la noche en casa de las misioneras, porque venían desde lejos y no habían podido contactar con sus conocidos en Formosa. Nos contaron una historia rocambolesca, en la que había varias lagunas. Las dos hermanas con las que vivimos, les fueron haciendo preguntas, y algunas cosas no cuadraban.
El gran problema de estas peticiones de ayudas espontáneas es que existen bastantes posibilidades de que sean un engaño. Si les abres la puerta y les dejas dormir, corres el riesgo de que desde dentro abran a otros y te desvalijen.
Las ayudas que realizan las hermanas son a personas muy pobres pero conocidas en la comunidad o que viven en alguno de los tres asentamientos en las que ellas trabajan. Cuanlquier otra ayuda, según nos explicaron, puede ser muy peligrosa.
A pesar de ello, se te queda el corazón encogido.
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